Viajamos en el tiempo

LA EDAD MEDIA
(DOCUMENTAL INTRODUCTORIO)







ACTIVIDAD OBLIGATORIA: Anota las ideas esenciales del documental en tu cuaderno.




¿Por qué este título?





«Parece de Lope...»

Por José Montero Padilla

Fue tanta la popularidad de Lope de Vega, fueron tantas las excelencias que se le atribuían en vida, que para ponderar la calidad de algo, se llegó a decir entonces, coloquialmente, «es de Lope»...

En 1635, el 27 de agosto, Lope llevaba varios días enfermo de suma gravedad, y había pasado muy inquieto la noche del domingo 26 al lunes 27. Cuando el nuevo día amanece y según cuenta el escritor Juan Pérez de Montalbán, amigo fidelísimo de Lope, éste se encuentra extremadamente débil, apenas puede ya hablar y su fin se percibe muy próximo. Le acompañan en esos momentos algunos amigos: el duque de Sessa, el Maestro José de Valdivieso, don Francisco de Aguilar, varios religiosos, don Alonso y don Juan Pérez de Montalbán... Algunos rezan, otros hablan sigilosamente, un silencio hecho de respeto y de dolor se extiende: Lope ya está en la verdad.

El entierro se efectúa al día siguiente. El cadáver del escritor ha sido vestido con el hábito de caballero de San Juan y su rostro aparece descubierto. A las once de la mañana empieza a caminar el numerosísimo cortejo que acompañará a los mortales restos de Lope de Vega hasta su sepultura. En Madrid pocas veces se habían unido tantas personas en un entierro. No se ha sacado aún el féretro de la casa mortuoria cuando la cabeza del cortejo está llegando a la iglesia parroquial de San Sebastián. El itinerario de la fúnebre comitiva principia en la calle de Francos (la que se llamará de Cervantes a partir del siglo xix), desde la casa que ha sido hogar del escritor y donde éste ha fallecido, y sigue por las calles del Niño (de Quevedo después), de Cantarranas (de Lope de Vega más tarde, donde se encuentra el convento de monjas trinitarias descalzas, una de ellas sor Marcela de San Félix, la hija de Lope y de Micaela Luján, que ha rogado que el féretro se detenga unos instantes, ante la reja de la clausura, para poder así contemplar, por vez postrera, el rostro de su padre, lo cual se hará en escena de desgarrada emoción); del León, por la plazuela de Antón Martín, y, por último, por la calle de Atocha para ir al templo de San Sebastián, en el que se celebra la misa de réquiem. Concluidos los oficios religiosos el escultor Antonio Herrera hace un vaciado en cera de la cabeza del escritor. Y, por fin, el cuerpo del escritor es enterrado en uno de los nichos de la bóveda del presbiterio de la iglesia de San Sebastián, muy cerca de los nichos donde yacen los restos de Marta de Nevares —último amor del «Fénix»— y de otro autor de comedias, Juan Ruiz de Alarcón.

Una anciana que ha visto pasar el cortejo que acompañaba al muerto e ignora quién es éste, sorprendida por tan notable entierro, lo pondera con la frase habitual entonces para destacar la calidad de algo, y exclama: «¡Parece de Lope!...». Y, sin saberlo, acierta con la verdad.